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El algarrobo proporciona vida de calidad, aporta alimentos y beneficios medicinales para el ser humano: es una bondad de la naturaleza que nace hasta en regiones desérticas.
Por esto no ha habido para el hombre de estas tierras un mejor compañero que el algarrobo, y de ahí que se lo llame en muchas regiones Árbol, como síntesis de la vida vegetal. Es el Árbol desde la lengua árabe que hemos heredado para nombrarlo, o tacku en quechua (también Árbol), o ibopé en guaraní (siempre Árbol…).
El proyecto Del hombre al Árbol desarrollado en el mes de febrero por el colectivo Qumanta Huasi busca revalorizar las propiedades alimentarias de esta especie, casi extinta en nuestra región. Desde el año 2015 se lleva adelante esta iniciativa, que consiste en la conformación de una pequeña cooperativa estacional que se dedica a cosechar, seleccionar, moler, compartir e intercambiar los excedentes derivados del procesado de la chaucha de algarrobo.
La harina de algarroba y el “cacao” de algarroba son muy prácticos en la cocina dulce. Con ella se pueden producir bebidas, alcohólicas o no, harina, harina tostada (cacao), torrado, arrope (una especie de jalea) y más.
En esta edición del proyecto la mayoría de la materia prima fue recolectada en localidades vecinas, en donde aún quedan algunas arboledas, en lugares públicos locales o aportadas por vecinos que disfrutan de un árbol en su patio. El resultado del proceso fueron cerca de 100 kilos de producción. También se recolectó algo en Hernando.
El objetivo central de esta iniciativa es recuperar parte de nuestro patrimonio cultural y natural. La algarrobeada es la ancestral práctica de recuperar del bosque los frutos que él entrega buenamente. Frutos que los pueblos supieron descubrir como medicina y como alimento.
Por milenios, hombres y mujeres fueron siguiendo el camino gradual norte-sur de las floraciones, que era el sentido en que caminaba la vida: de norte a sur se daban la flor y la miel, y en el mismo sentido iba madurando y cayendo el fruto bueno que se hacía patay o aloja.
Diversos documentos históricos –escritos ocasionales de viajeros o comerciantes- hablan de la presencia de algarrobales en la región de Hernando, así como de enclaves familiares originarias. La reunión de ambos elementos invita a pensar que, efectivamente, estas comunidades y el algarrobo estaban enlazados. Pero los primeros inmigrantes también lo reconocieron como golosina: en sus andares bajo las frondas que encontraron al llegar también supieron de su alegre dulzura.
Nutricionalmente es muy valioso. Contiene hidratos de carbono aproximadamente en un 70 por ciento, siendo que el 50 por ciento corresponde a azúcares simples: fructuosa, glucosa, maltosa y sacarosa; que dan un sabor dulce con el que disminuye la necesidad de agregar endulzante a las preparaciones.
En cuanto a proteínas, son ricas en triptófano, aminoácido precursor de la serotonina, neurotransmisor del organismo, que produce serenidad y buen ánimo.
El contenido de grasa es bajo (3 por ciento), pero de buena calidad, como en todo alimento de origen vegetal.
Contiene pro- vitamina A, B1, B2, B3, C y D.
Los algarrobos extraen minerales del suelo profundo, por lo que la harina de algarroba posee mucho hierro -más que el hígado vacuno-, calcio -más que la leche-, magnesio, fósforo, cinc, silicio, manganeso, cobre y potasio. Con una buena relación entre sodio y potasio (elevado en potasio y bajo en sodio).
El harina de algarrobo es rica en fibras solubles, como pectina y lignina, que ayuda a la flora intestinal. La pectina, conocida como espesante, además es laxante, bactericida, previene el cáncer, reduce el colesterol, elimina metales pesados y sustancias radioactivas del organismo, y protege la mucosa intestinal.
No contiene gluten, con lo cual beneficia la salud intestinal y la hace apta para personas con celiaquía.
Contiene taninos, sustancia con poder antioxidante, con lo cual evita la formación de sustancias cancerígenas como las nitrosaminas.
En comparación con el cacao, la algarroba no posee cafeína, ni teobromina, ni tiramina, ni ácido oxálico, ni exceso de grasas, ni requiere aditivos para su consumo; por ello es una saludable alternativa. Puede reemplazar al chocolate en diferentes preparaciones.
La harina de algarroba es soluble en líquidos, se mezcla rápidamente y no necesita cocción.
En 100 gramos contiene unas 315 calorías aproximadamente.